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viernes, 4 de diciembre de 2015

El TDAH y el autocontrol a lo largo de la vida

Como ya hemos indicado en entradas anteriores, las funciones ejecutivas son el eje explicativo básico para comprender cómo afecta el TDAH a una persona que lo padece. Uno de los aspectos en los que más inciden dichas funciones es el autocontrol. Numerosos autores afirman que el autocontrol es un aspecto básico que forma parte de eso que llaman Inteligencia Emocional y que empezó a popularizarse hace dos décadas a raiz del famoso bestseller escrito por el psicólogo y divulgador Daniel Goleman. Uno de los indicadores que hizo tan popular dicho concepto fue que se comprobó cómo el llamado "cociente emocional" (alta presencia de inteligencia emocional) era un predictor mucho más fiable para averiguar el éxito en la vida de las personas que el tradicional cociente intelectual el cual en tal caso predecía el éxito académico pero no guardaba una correlación directa con el éxito personal.




Un estudio que se tomó como referencia para el desarrollo del concepto de inteligencia emocional fue el realizado por Walter Mischel sobre el autocontrol  en los años 60 en el cual se pedía a un grupo de niños de 4 años que aguantasen la tentación de comer una golosina que se dejaba a la vista durante 15 minutos en los cuales el investigador abandonaba la sala. Si eran capaces de no sucumbir a la tentación podrían comer otra golosina adicional, si por el contrario no podían aguantar el deseo se quedaban sin premio. Posteriormente, se efectuó un seguimiento hasta la vida adulta de los participantes de aquel experimento y se observó que las personas que habían sido incapaces de resistir la tentación tenían un historial de vida significativamente peor (a nivel social y laboral) que las personas que completaron la prueba satisfactoriamente.



El "test de la golosina" se ha efectuado con niños con TDAH y se ha observado cómo éstos no superan la prueba en comparación con niños sin el trastorno. Actualmente uno de los objetivos terapeuticos con niños con TDAH en la infancia es desarrollar estrategias para posponer la gratificación  y así facilitar un desarrollo de las funciones ejecutivas y como resultado un mayor autocontrol que facilite su desarrollo social, emocional y académico.




Pero ¿qué ocurre con las personas TDAH no tratadas en la vida adulta? Alguien, puede pensar, que si se hace este experimento con ellas éstas probablemente hayan sido capaces de desarrollar (aunque de forma más tardía que el resto) la capacidad suficiente para posponer dicha gratificación. La idea es que este experimento ya no sería equiparable a las exigencias de autocontrol a las que está expuesta una persona adulta. Las personas que a los cuatro años ya tenían esa capacidad de autocontrol adquirida fueron desarrollando un diálogo interno y una serie de estrategias mentales que cada vez fueron automatizando y que han dado como resultado un mayor control ejecutivo de la conducta. Por lo tanto, es muy posible que si hiciéramos el "test de la golosina" con adultos TDAH estos superarían la prueba pero la diferencia con personas sin el trastorno sería en que éstos tendrían que hacer un esfuerzo consciente mayor.   En este sentido es importante reseñar otro estudio realizado sobre el desgaste mental  realizado en la Universidad de Case Western Reserve con 60 personas de 20 años a las cuales se les dijo que se estaba investigando la percepción del gusto:

El requisito previo era que todas las personas acudieran en ayunas a un laboratorio en el que se habían estado cocinando galletas de chocolate. Cada persona se sentó en una mesa en la que tenía delante dos platos: uno lleno de galletas de chocolate y otro lleno de rábanos. Se pidió a 30 personas de manera aleatoria que durante 5 minutos comiesen sólo 3 galletas de chocolate y a las 30 restantes que sólo comiesen 3 rábanos. Se especificó claramente que debían ceñirse comer el alimento asignado en cada caso sin pasarse en la cantidad (recordemos que estaban en ayunas). Cuando terminó esta fase TODAS las personas fueron capaces de cumplir la tarea encomendada. En una segunda fase, todos los participantes rellenaron un cuestionario en el cual reflejaron que quienes comieron rábanos tuvieron que realizar un esfuerzo para no comer galletas y que quienes comieron galletas no tuvieron la necesidad de abstenerse a probar los rábanos. Finalmente se pidió a todos los sujetos (uno por uno) que resolvieran un rompecabezas sin límite de tiempo. El rompecabezas era irresoluble (cosa que no se dijo a nadie). Se comprobó que quienes habían tenido que comer los rábanos abandonaban mucho antes la prueba (8 minutos de media) que las personas que pudieron comer las galletas de chocolate (19 minutos de media). Las conclusiones del experimento fueron que el esfuerzo mental sostenido aminora nuestra fuerza de voluntad, la cual es limitada. 




Si para afrontar las mismas situaciones que requieren autocontrol (las cuales son muchas en la vida adulta) las personas con TDAH, tenemos que hacer uso de una mayor fuerza de voluntad, esto quiere decir que estamos expuestos a una especie de "desgaste invisible" y no es raro que acabemos sucumbiendo antes como las personas que comían los rábanos en el experimento. Por lo tanto, es imprescindible tomar conciencia de ello y dosificar nuestra preciada fuerza de voluntad hacia los objetivos que realmente queremos en la vida, así como desarrollar estrategias mentales de auto-conciencia para darnos cuenta de cuándo estamos "gastando nuestras baterías" y necesitamos parar para recargarlas antes de continuar. En este sentido la práctica del mindfulness nos puede servir de gran ayuda.

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2 comentarios:

  1. Fantástica comparativa de experimentos para hacer entender al lector los retos personales a los que un tdah se tiene que enfrentar una vez que toma conciencia de sus características.

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    1. Ciertamente lo peor del TDAH es que muy poca gente entiende la dificultad añadida que supone vivir con el trastorno día a día. Gracias por comentar.

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