Como ya hemos indicado en entradas anteriores, las funciones ejecutivas
son el eje explicativo básico para comprender cómo afecta el TDAH a una
persona que lo padece. Uno de los aspectos en los que más inciden
dichas funciones es el autocontrol. Numerosos autores afirman que
el autocontrol es un aspecto básico que forma parte de eso que llaman
Inteligencia Emocional y que empezó a popularizarse hace dos décadas a
raiz del famoso bestseller escrito por el psicólogo y divulgador Daniel
Goleman. Uno de los indicadores que hizo tan popular dicho concepto fue
que se comprobó cómo el llamado "cociente emocional" (alta presencia de
inteligencia emocional) era un predictor mucho más fiable para averiguar
el éxito en la vida de las personas que el tradicional cociente
intelectual el cual en tal caso predecía el éxito académico pero no
guardaba una correlación directa con el éxito personal.
Un estudio que se tomó como referencia para el desarrollo del concepto de inteligencia emocional fue el realizado por Walter Mischel sobre el autocontrol
en los años 60 en el cual se pedía a un grupo de niños de 4 años que
aguantasen la tentación de comer una golosina que se dejaba a la vista
durante 15 minutos en los cuales el investigador abandonaba la sala. Si
eran capaces de no sucumbir a la tentación podrían comer otra golosina
adicional, si por el contrario no podían aguantar el deseo se quedaban
sin premio. Posteriormente, se efectuó un seguimiento hasta la vida
adulta de los participantes de aquel experimento y se observó que las
personas que habían sido incapaces de resistir la tentación tenían un
historial de vida significativamente peor (a nivel social y laboral) que las personas que completaron la prueba satisfactoriamente.
El "test de la golosina" se ha efectuado con niños con TDAH y se ha observado cómo éstos no superan la prueba en comparación con niños sin el trastorno. Actualmente uno de los objetivos terapeuticos con niños con TDAH en la infancia es desarrollar estrategias para posponer la gratificación y así facilitar un desarrollo de las funciones ejecutivas y como resultado un mayor autocontrol que facilite su desarrollo social, emocional y académico.
El "test de la golosina" se ha efectuado con niños con TDAH y se ha observado cómo éstos no superan la prueba en comparación con niños sin el trastorno. Actualmente uno de los objetivos terapeuticos con niños con TDAH en la infancia es desarrollar estrategias para posponer la gratificación y así facilitar un desarrollo de las funciones ejecutivas y como resultado un mayor autocontrol que facilite su desarrollo social, emocional y académico.
Pero ¿qué ocurre con las personas TDAH no tratadas en la vida adulta?
Alguien, puede pensar, que si se hace este experimento con ellas éstas
probablemente hayan sido capaces de desarrollar (aunque de forma más
tardía que el resto) la capacidad suficiente para posponer dicha
gratificación. La idea es que este experimento ya no sería
equiparable a las exigencias de autocontrol a las que está expuesta una
persona adulta. Las personas que a los cuatro años ya tenían esa
capacidad de autocontrol adquirida fueron desarrollando un diálogo
interno y una serie de estrategias mentales que cada vez fueron
automatizando y que han dado como resultado un mayor control ejecutivo
de la conducta. Por lo tanto, es muy posible que si hiciéramos el
"test de la golosina" con adultos TDAH estos superarían la prueba pero
la diferencia con personas sin el trastorno sería en que éstos tendrían
que hacer un esfuerzo consciente mayor. En este sentido es importante reseñar otro estudio realizado sobre el desgaste mental
realizado en la Universidad de Case Western Reserve con 60 personas de
20 años a las cuales se les dijo que se estaba investigando la
percepción del gusto:
El requisito previo era que todas las personas acudieran en ayunas a un laboratorio en el que se habían estado cocinando galletas de chocolate. Cada persona se sentó en una mesa en la que tenía delante dos platos: uno lleno de galletas de chocolate y otro lleno de rábanos. Se pidió a 30 personas de manera aleatoria que durante 5 minutos comiesen sólo 3 galletas de chocolate y a las 30 restantes que sólo comiesen 3 rábanos. Se especificó claramente que debían ceñirse comer el alimento asignado en cada caso sin pasarse en la cantidad (recordemos que estaban en ayunas). Cuando terminó esta fase TODAS las personas fueron capaces de cumplir la tarea encomendada. En una segunda fase, todos los participantes rellenaron un cuestionario en el cual reflejaron que quienes comieron rábanos tuvieron que realizar un esfuerzo para no comer galletas y que quienes comieron galletas no tuvieron la necesidad de abstenerse a probar los rábanos. Finalmente se pidió a todos los sujetos (uno por uno) que resolvieran un rompecabezas sin límite de tiempo. El rompecabezas era irresoluble (cosa que no se dijo a nadie). Se comprobó que quienes habían tenido que comer los rábanos abandonaban mucho antes la prueba (8 minutos de media) que las personas que pudieron comer las galletas de chocolate (19 minutos de media). Las conclusiones del experimento fueron que el esfuerzo mental sostenido aminora nuestra fuerza de voluntad, la cual es limitada.
Si para afrontar las mismas situaciones que requieren autocontrol (las cuales son muchas en la vida adulta) las personas con TDAH, tenemos que hacer uso de una mayor fuerza de voluntad, esto quiere decir que estamos expuestos a una especie de "desgaste invisible" y no es raro que acabemos sucumbiendo antes como las personas que comían los rábanos en el experimento. Por lo tanto, es imprescindible tomar conciencia de ello y dosificar nuestra preciada fuerza de voluntad hacia los objetivos que realmente queremos en la vida, así como desarrollar estrategias mentales de auto-conciencia para darnos cuenta de cuándo estamos "gastando nuestras baterías" y necesitamos parar para recargarlas antes de continuar. En este sentido la práctica del mindfulness nos puede servir de gran ayuda.
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El requisito previo era que todas las personas acudieran en ayunas a un laboratorio en el que se habían estado cocinando galletas de chocolate. Cada persona se sentó en una mesa en la que tenía delante dos platos: uno lleno de galletas de chocolate y otro lleno de rábanos. Se pidió a 30 personas de manera aleatoria que durante 5 minutos comiesen sólo 3 galletas de chocolate y a las 30 restantes que sólo comiesen 3 rábanos. Se especificó claramente que debían ceñirse comer el alimento asignado en cada caso sin pasarse en la cantidad (recordemos que estaban en ayunas). Cuando terminó esta fase TODAS las personas fueron capaces de cumplir la tarea encomendada. En una segunda fase, todos los participantes rellenaron un cuestionario en el cual reflejaron que quienes comieron rábanos tuvieron que realizar un esfuerzo para no comer galletas y que quienes comieron galletas no tuvieron la necesidad de abstenerse a probar los rábanos. Finalmente se pidió a todos los sujetos (uno por uno) que resolvieran un rompecabezas sin límite de tiempo. El rompecabezas era irresoluble (cosa que no se dijo a nadie). Se comprobó que quienes habían tenido que comer los rábanos abandonaban mucho antes la prueba (8 minutos de media) que las personas que pudieron comer las galletas de chocolate (19 minutos de media). Las conclusiones del experimento fueron que el esfuerzo mental sostenido aminora nuestra fuerza de voluntad, la cual es limitada.
Si para afrontar las mismas situaciones que requieren autocontrol (las cuales son muchas en la vida adulta) las personas con TDAH, tenemos que hacer uso de una mayor fuerza de voluntad, esto quiere decir que estamos expuestos a una especie de "desgaste invisible" y no es raro que acabemos sucumbiendo antes como las personas que comían los rábanos en el experimento. Por lo tanto, es imprescindible tomar conciencia de ello y dosificar nuestra preciada fuerza de voluntad hacia los objetivos que realmente queremos en la vida, así como desarrollar estrategias mentales de auto-conciencia para darnos cuenta de cuándo estamos "gastando nuestras baterías" y necesitamos parar para recargarlas antes de continuar. En este sentido la práctica del mindfulness nos puede servir de gran ayuda.
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Fantástica comparativa de experimentos para hacer entender al lector los retos personales a los que un tdah se tiene que enfrentar una vez que toma conciencia de sus características.
ResponderEliminarCiertamente lo peor del TDAH es que muy poca gente entiende la dificultad añadida que supone vivir con el trastorno día a día. Gracias por comentar.
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