Nos guste o no, la frustración es algo que nos
acompaña durante nuestra vida y en el caso de las personas con TDAH, esto se
multiplica por 3 (como mínimo). Es muy probable que la historia personal de una
persona hiperactiva figuren momentos “frustrantes extras” en los que ha visto
cómo no le invitaban a fiestas de cumpleaños (sin saber por qué); cómo después
de esforzarse en aprobar los exámenes, los resultados no eran los esperados; e
incluso cómo en la vida adulta era despedida (o no renovada) en muchos empleos…
Pero
¿qué es la frustración?
durante décadas este
concepto fue estudiado
como algo negativo,
así nos encontramos
con definiciones como
la de Dollard (1939)
“la
frustración es una secuencia del comportamiento dirigida a la satisfacción de
una necesidad, es una experiencia negativa, que provoca un aumento de tensión
que sólo puede concretarse en una reacción agresiva.” Por suerte la visión de
la frustración como algo peyorativo fue quedando en desuso y surgieron definiciones
que hablaban de ella no como algo negativo sino como algo que formaba parte de
la naturaleza humana. Un buen ejemplo de ello puede ser la de Bonino (1982) “La
frustración es algo humano y no se puede eliminar ésta está siempre presente
pues el ser humano a pesar de sus fantasías de omnipotencia, es limitado y
experimenta cada día el choque con la realidad.” Este “choque con la
realidad” suele ser más frecuente en las personas con TDAH puesto que el
nivel de exigencia al que están expuestas no suele tener en cuenta sus necesidades
y particularidades y hay más experiencias en las que las expectativas (generalmente formuladas de manera erronea) chocan con los resultados obtenidos.
La misma autora Silvia
Bonino (1982) clasificaba
las respuestas ante la
frustración de tres maneras:
De forma agresiva:
Es la acción
más vistosa y la
que más se relaciona
con la frustración.
Es una acción defensiva de nuestro propio yo cuando sentimos que hay un
obstáculo que se interpone en nuestro camino. O dicho de otro modo, cuando lo
que conseguimos no coincide con lo que esperábamos. Las reacciones agresivas
pueden ser útiles cuando dejan lugar a una reacción más constructiva. O sea, nos
enfadamos pero tratamos de buscar una solución. Pero cuando sólo se centran en
defender nuestro yo a toda costa suponen un perjuicio para el desarrollo de la
persona. Las personas con TDAH especialmente en el sexo masculino tienden a
tener estas reacciones cargadas de resentimiento, dando lugar, en ocasiones, a trastornos de la conducta como el llamado trastorno negativista desafiante.
De forma regresiva:
Son las reacciones
más graves ante la
frustración ya que
implican un retorno,
temporal o permanente,
a fases precedentes
del desarrollo. Suponen una especie de resignación
cuando de manera repetida, los resultados que obtenemos no son los esperados.
En el fondo, las reacciones regresivas también
suponen una función
defensiva del yo,
sólo que en este
caso la frustración
es demasiado fuerte y
el yo demasiado
débil. Muchas veces hay personas con TDAH que tienden a retraerse y a pasar desapercibidas,
desarrollando lo que se conoce como indefensión
aprendida, lo cual puede tener consecuencias nefastas para su desarrollo a
largo plazo.
De forma constructiva:
Son las reacciones que se centran en superar aquello que nos frustra. Si el
obstáculo no puede
ser eliminado o atenuado
aparece lo que
Lewin (1965) denominó el
rodeo que quiere decir
llegar a la meta
por otros caminos. También
se considera una respuesta
constructiva cambiar la
meta cuando el obstáculo
no puede ser eliminado
ni rodeado. En todo
caso, las respuestas
constructivas siempre se
basan en una valoración
lo más realista posible
de la realidad de
la situación frustrante.
Quizá en este tipo de
respuestas se base el éxito de las personas que, a pesar del TDAH, han
alcanzado una vida plena y exitosa. Aprender
a ver la frustración como una oportunidad en lugar de cómo una fuente de desgracias es
clave para el desarrollo personal. Ahora bien, esto es muy fácil de decir,
la cuestión es ¿Cómo aprender a generar
respuestas constructivas a la frustración? En este sentido es básico un
cambio en nuestra forma de pensar generando, por un lado, nuevas estrategias ante
lo que nos sucede y, por otro, cambiando nuestras metas y expectativas. Estos
procesos, a priori exigen cierta flexibilidad mental, la cual está alterada en
el TDAH como ya vimos en el artículo dedicado a las funciones ejecutivas. No
obstante se pueden desarrollar estrategias de manera consciente que ayuden a
que nuestra mente cree unos hábitos sanos. En este sentido el Coaching es una metodología que nos da
herramientas para facilitar este cambio en nuestra manera de pensar, siempre y
cuando esté adaptado a las particularidades del TDAH, y pueda compensar los
déficits en el sistema ejecutivo. Las herramientas más comunes son, tomando
como base las capacidades personales, desarrollar estrategias de motivación y hábitos compensatorios de pensamiento,
todo ello subyugado a un análisis consciente de nuestras metas y valores en la
vida. Así, de esta manera, nuestras reacciones frente a las frustraciones
cotidianas empezarán a volverse más constructivas y nuestras posibilidades de
crecimiento personal aumentarán. No se trata de reducir la frustración sino de
aprender a aprovecharla a nuestro favor.
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