Relativamente
popular en las redes sociales es estos días es el término “indefensión
aprendida”. En este artículo vamos a explicar exactamente de dónde surgió para
posteriormente reflexionar cuál puede ser su relación con el TDAH.
Este término
surgió a consecuencia de una serie de
experimentos con perros realizados por Martin Seligman y su compañero
Steve Maier. El experimento que,
finalmente, lograría tener un reconocimiento en la comunidad científica fue el
siguiente:
Martin Seligman
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1ª parte del
experimento:
Ambos
investigadores crearon 3 grupos diferentes de perros a los que se les
someterían a las siguientes condiciones:
- El primer grupo de perros se colocaría sobre una plataforma de metal (de la que no podían escaparse) a la que se aplicaría una corriente eléctrica que sometería a descargas eléctricas a los animales. En este caso las corriente cesaría cuando los animales permaneciesen 5 segundos quietos. Con el tiempo los perros aprendían que si se quedaban quietos, las descargas finalizaban.
- El segundo grupo de perros, éstos serían colocados sobre otra plataforma de metal al mismo tiempo que los otros perros y recibiendo las mismas descargas que ellos. La diferencia era que ellos no podían hacer nada para detener la corriente. Cuando la corriente se detenía, ellos no sabían a qué era debido.
- Hubo además un tercer grupo de perros que no habían sido sometidos a ninguna descarga previa.
2ª parte del
experimento:
Esta fase consistía en colocar a cada uno de los perros que había participado
en el experimento dentro de una caja compartimentada en dos mitades; una mitad
en la que el suelo era de metal y se podían aplicar descargas continuas y otra
mitad, separada por una pequeña barrera, en la que el suelo estaba totalmente
libre de corriente. Para evitar las descargas simplemente tenían que saltar la
barrera.
Los resultados
fueron los siguientes:
Los perros del
primer grupo empezaron a recibir descargas, en un principio se quedaron quietos
durante 5 segundos esperando que cesaran. Tras varios intentos se dieron cuenta
de que lo que habían aprendido no funcionaba y se decidieron a saltar la
pequeña barrera de la caja.
La mayoría de
los perros (2/3) pertenecientes al segundo grupo no intentó nada para evitar
cesar la corriente y se resignaron a seguir recibiendo las descargas sin ser
capaces de saltar la pequeña barrera que les separaba de la zona libre de
descargas. Pero ¡Atención! Hemos dicho la mayoría, no todos, hubo 1/3 de los
perros que a pesar del condicionamiento recibido sí que se decidió a saltar la
barrera.
Todos los perros
del tercer grupo, el cual no había sido sometido a ninguna descarga, saltaron la
barrera sin ningún problema tal y como era esperado.
¿Qué había
ocurrido? A los primeros perros se les había enseñado a afrontar las descargas
quedándose quietos, dicha estrategia no era eficaz en la segunda parte del
experimento, pero, al menos, sabían que podían hacer algo para evitar las
descargas e intentaron otra cosa (saltar la barrera). Al segundo grupo de perros se les había
enseñado que nada de lo que hicieran serviría iba a ser útil para liberarse del
dolor y después, aún pudiendo escapar fácilmente de las descargas, no lo
hacían. Pero repetimos hubo un tercio de estos animales que sí lo hizo a pesar
del condicionamiento al que habían sido expuestos.
Posteriormente
Seligman y Maier trabajaron con los perros que habían aprendido a resignarse y
los enseñaron a que podían saltar de un lado a otro de la barrera hasta que
consiguieron hacerlo por propia iniciativa. Cuando lograban hacerlo la “curación”
fue permanente en el 100% de los casos. También se dieron cuenta de que si
enseñaban a los perros desde pequeños a hacer frente a las descargas, lo que
llamaron inmunización, éstos eludían el sentimiento de impotencia de por vida y
eran incluso capaces de transmitir esa información a otros.
La indefensión
aprendida y el TDAH.
Cómo ya
comentamos en el artículo dedicado a la frustración, no es raro que muchas
personas con TDAH tengan un historial de aprendizaje de fracasos (o resultados
no esperados) repetidos ya que el entorno en el que se desarrollaron no tuvo en
cuenta sus peculiaridades (suspensos repetidos, relaciones entre iguales
frustradas, accidentes continuos, etc…) y esto pudo hacerles creer que nada de
lo que hicieran iba a servir para encajar en dicho entorno. Con todo y con eso, hay casos en los que
contra viento y marea y teniendo entornos absolutamente adversos un porcentaje
de personas con TDAH han superado la adversidad al igual que aquellos perros
que se resistieron a aprender que nada se podía hacer. Es lo que llamamos
resiliencia.
Por otro lado,
en el campo de la prevención/educación ¿Qué podemos hacer para lograr lo que
Seligman y Maier denominaron inmunización? ¿Qué aprendizajes pueden servir para
que las personas con TDAH aprendan que al menos hay algo que se pueda hacer
ante la adversidad? ¿Cómo podemos infundir ese halo de esperanza que al menos
tenían los perros del primer grupo? Está claro que tener al menos una
experiencia de éxito temprana en algo va a ser la mejor vacuna contra la
indefensión aprendida.
Y en el campo
clínico/curativo ¿Cómo vamos a demostrar a esas personas a las que les ha
podido la resignación y que viven a remolque que pueden al menos tratar de
tomar las riendas de su vida? ¿Cómo les podemos hacer ver que la barrera para
sentirse un poco más dueños de sus vidas es más baja de lo que creen? Está
respuesta sea quizá complicada porque los seres humanos somos más complejos que
los animales, pero está claro que eliminar la sensación aprendida de
indefensión ante lo desconocido es el principio de una vida más plena y feliz.