Hoy en día es aceptado que el sentido del humor es uno de los mayores bálsamos que posee el ser humano ante las enfermedades. La risa sincera y abierta es la expresión más evidente de ello. Ya sólo a nivel fisiológico algunos de sus beneficios son:
- Estimula el sistema inmunológico.
- Libera endorfinas.
- Estimula el sistema digestivo mejorando su funcionamiento.
- Un minuto de carcajadas equivale a 45 de relajación.
Para aprender a reírnos con los demás y no de los demás es fundamental desarrollar una habilidad previa: aprender a reírnos de nosotros mismos. Para ello es fundamental asumir que nuestras capacidades son limitadas y que la vida no es tan importante como la pintan. Es entonces cuando mejor podemos relativizar las vicisitudes de la vida haciendo que éstas no nos afecten más de lo necesario. No importa cuántas situaciones embarazosas nos pueda causar nuestro TDAH si aprendemos a reírnos de dichas situaciones en lugar de escuchar esa voz crítica interior que nos dice ¡Otra vez! ¡No tienes remedio! Oh incluso esas posibles voces exteriores que pretendan ridiculizarnos o vilipendiarnos sin piedad. Un sano sentido del humor es la coraza que nos puede inmunizar tanto física como psicológicamente de la crítica. Una de las mejores actividades para cambiar estos malos hábitos automáticos de pensamiento es la práctica de la risoterapia. La cual, es una actividad grupal en la que los participantes, inmersos en un contexto facilitado por un terapeuta, realizan dinámicas y ejercicios en los que aprenden a reírse con los demás interiorizando y automatizando estrategias para su vida cotidiana. Si tras olvidarnos por tercera vez en el mismo día las llaves dentro del coche, aprendemos a reírnos de la situación, en lugar de auto-machacarnos por ello, sufriremos menos y, al mismo tiempo, será más fácil que busquemos estrategias compensatorias para prevenir futuros descuidos.
Ahora deja que te proponga un pequeño ejercicio que puedes hacer de manera individual para combatir esa crítica interna recurrente que te surge cada vez que cometes un error:
Ahora deja que te proponga un pequeño ejercicio que puedes hacer de manera individual para combatir esa crítica interna recurrente que te surge cada vez que cometes un error:
- Cierra los ojos y toma tres respiraciones profundas.
- Piensa en alguna frase que te digas cada vez que cometes un error.
- Ahora imagínate que esa misma frase te la está diciendo un personaje de dibujos animados de tu infancia.
- Ahora imagínate a tu sobaco con ojos y boca diciéndote esa misma frase.
- Para terminar imagina que son tus nalgas quienes te dicen la frase.
- Ya puedes abrir los ojos.
Si prácticas este mismo ejercicio durante todos los días es muy posible que tu respuesta emocional hacia tus propios errores sea mucho menos intensa y sea más fácil que utilices tu energía para subsanarlos en lugar de para auto-flagelarte.
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