viernes, 30 de octubre de 2015

Bullying y TDAH II: El agresor.



Proseguimos con nuestras reflexiones acerca de la correlación entre el Bullying y el TDAH. Si en entradas anteriores hablábamos de las, relativamente altas, probabilidades (41%) de que las personas hiperactivas sufrieran acoso escolar. Esta vez vamos a tratar un tema un tanto peliagudo que es el de la relación entre tener TDAH y ejercer el acoso escolar. Como ya fue mostrado en la entrada anterior un estudio realizado entre tercero y sexto de primaria mostró que el 31% de las personas con TDAH llegaron a ejercer el rol de acosador. De este porcentaje el 17% lo fue de manera exclusiva y el 14% lo ejerció junto al rol de víctima en algún momento.





 Características generales de las personas acosadoras.  



Exista o no el TDAH, las características más comunes de las personas acosadoras son las siguientes:
  • A nivel físico: no hay una tendencia marcada, pero tienden a mostrar mayor fortaleza física.
  • A nivel emocional: presentan una clara ausencia de empatía y culpabilidad, intolerancia hacia las diferencias, bajo autocontrol y tolerancia a la frustración, problemas con las normas y sensación de autosuficiencia.
  • A nivel social: pueden ser desde personas populares y exitosas que ejercen cierta influencia grupal, hasta personas con dificultades de integración.
  • A nivel familiar: se observan ciertas carencias en los lazos familiares a veces se ven pautas de crianza demasiado permisivas y otras pautas demasiado rígidas y autoritarias que ensalzan los valores de competitividad. Todo esto con independencia del nivel socio-económico de la familia. 
Se describen dos tipos de acosadores:
  • Activos: quienes atacan directamente a la víctima.
  • Pasivos: quienes manipulan a otras personas para que acosen a la víctima para así permanecer impunes. 

El TDAH y el rol de acosador/a

La primera relación que podemos establecer entre el bullying y el TDAH es la comorbilidad de éste último con el trastorno disocial del cual ya describimos sus características generales en este artículo. De todos los rasgos descritos, especialmente encaja la falta de empatía y culpabilidad que presentan los menores con dicho trastorno. 

No obstante, dicha comorbilidad (que es del 20%) se antoja insuficiente para explicar el elevado número de personas hiperactivas implicadas en este rol (31%), por lo que no podemos atribuirlo únicamente a unas características determinadas de personalidad. Un 14% de las personas acosadoras con TDAH también sufrió el rol de víctima, por lo que podemos encontrar el fenómeno no poco frecuente de la persona que fue acosada en un tramo de su vida y que posteriormente ejerce ese papel. Todo esto resulta inquietante pero puede ser explicado como un mecanismo de defensa que dicha persona aprendió (de manera inconsciente)  al ver dos cosas: 

  • Que no hay mejor manera de defenderse que “pasar el muerto a alguien”.
  • La impunidad de las personas acosadoras, en tanto en cuanto, sus acciones no tienen las consecuencias que merecieran en forma de sanciones o castigos e, incluso, siguen gozando de la misma popularidad (o más) con sus iguales.
Como se puede deducir, el acoso escolar es un fenómeno social complejo que no puede ser explicado en virtud de la presencia de “una o varias personas malas” dichas personas están actuando en un contexto que, de manera implícita, puede estar legitimando sus acciones de maneras muy sibilinas como:
  • No tomando en consideración a la víctima como se merece, restando importancia a las burlas y vejaciones que pudiera sufrir en un inicio, atribuyéndolo a “cosas de niños”.
  • Menospreciando públicamente a la víctima cada vez que cometa un error en clase (o incluso destaque por algo), como ya comentamos en artículo anterior. A esto algunos autores lo llaman también el “efecto señal”.
  • Dando una impunidad a las personas acosadoras al no ser debidamente sancionadas, como ya hemos comentado lo que es observado e internalizado por el resto del alumnado. 

Por tanto, podemos concluir diciendo que nuestro papel como adultos frente al acoso ha de cambiar radicalmente no únicamente limitándonos a escandalizarnos cada vez que las fatales consecuencias de un caso de bullying atrae la atención de los medios, sino cortando de raíz esos procesos que, poco a poco, desencadenan el maltrato entre iguales empleando medidas contundentes que pongan realmente difícil ejercer las conductas de acoso y sobre todo evitando trivializar y banalizar el sufrimiento de las víctimas y ofreciéndoles la protección que merecen. El bullying no sólo es “cosa de niños”…

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